Don Roberto Mascaray Canudo fue maestro de Peraltilla durante siete cursos académicos y que dejó entre los que fuimos sus alumnos un grato recuerdo de buen profesional. Fue un maestro preparado, ordenado y metódico, con muchos recursos, dotado de una enorme capacidad para transmitir conocimientos, un maestro que se hizo querer. Su tarea no fue fácil. En aquellos años la escuela de Peraltilla era unitaria, es decir, estaban en la misma clase alumnos de todas las edades, desde los cinco años hasta los catorce. En los años sesenta del siglo XX estaban en plena ebullición las obras del Canal del Cinca y a Peraltilla llegaron muchas familias, procedentes fundamentalmente del sur de España que venían buscando trabajo en las obras del canal. La población de Peraltilla aumentó de forma notable y recuerdo que en la escuela había dos clases (una de niños y otra de niñas) con unos cuarenta alumnos en cada una. La de chicos estaba a cargo de Don Roberto y la de chicas a la de Maria Pilar Caro, una maestra que también hizo una gran labor profesional. Los métodos de aquellos tiempos no tenían nada que ver con los de los tiempos actuales. Los recursos eran muy escasos: unos pocos libros, la pizarra y el saber del maestro. En unos años en los que los castigos físicos estaban a la orden del día, Don Roberto nunca abusó de ellos. Todo lo más alguna bofetada bien merecida, por mal comportamiento o por no saberse la lección.
La autoridad del maestro era incuestionable, los métodos de enseñanza se basaban en el propio maestro como fuente de conocimientos y en la disciplina. Al maestro se le respetaba y su prestigio social y profesional estaba fuera de toda duda. Cuarenta alumnos para un solo maestro no era cosa fácil. Don Roberto se las tuvo que apañar como pudo. Mientras explicaba matemáticas a los mayores, mandaba hacer cuentas a otro grupo, mientras enseñaba a leer a los pequeños, mandaba problemas a los mayores, a veces mandaba dictado a toda la clase, y así se las iba apañando para hacer aprender a cuarenta zagales de todas las edades, desde los cinco a los catorce años. Don Roberto fue un buen profesional. Como maestro era ordenado, metódico, exigente, pulcro y constante. Tenía una letra muy bonita y sus escritos eran modelos de pulcritud. Como persona fue un hombre de bien. Fueron alumnos suyos los zagales nacidos a partir de 1951 (Jose María Sampietro, Antonio Sampietro, Jose María Craver, Jose Luis Riverola, Juan José Bellosta, Agustín Broto, Carlos Salvatierra, etc.) hasta los nacidos en el año 1960 y 1961 (Jose López, Eduardo Budiós, Antonio Cavero) Cuando yo entré en la escuela en el año 1966, los más pequeños no teníamos pupitres y nos sentábamos en un banco sin respaldo. Para escribir nos arrodillábamos en el suelo y escribíamos en el banco. En aquellos años todavía se escribía con plumilla y tinta. Alrededor del año 1968 los bolígrafos vinieron a sustituir a las plumillas. Muchos recuerdos podría contar de aquellos lejanos años. Los alumnos formábamos hileras a la entrada de la escuela y entrábamos ordenadamente en fila cada día. Los lunes al entrar y los viernes al salir, cantábamos el himno de España (todavía recuerdo la letra). Recuerdo la forma de enseñar los tiempos verbales saliendo en fila a la pizarra, el que fallaba retrasaba su posición siendo adelantado por el que acertaba el tiempo verbal. Recuerdo el silencio que guardábamos en el dictado mientras don Roberto leía lo que teníamos que escribir en el cuaderno. En invierno nos calentábamos con una estufa de leña que había que “emburar” todos los años y que una pareja de alumnos por turnos tenía que encender una hora antes. La tinta para los tinteros se fabricaba con agua y unos polvos. Entonces teníamos que ir a la escuela todos los sábados, ese día D. Roberto copiaba en la pizarra el evangelio del domingo y los alumnos teníamos que trasladarlo al cuaderno. En el mes de mayo, todas las tardes nos hacían subir en fila hasta la iglesia para rezar el rosario y teníamos que aprender poesías que había que recitar ante la virgen. En el tiempo de los litones, fabricábamos canutos de caña para despedir a su través el hueso apuntando a algún compañero. En el recreo, el juego más popular eran los pitos (canicas). Creo no equivocarme al afirmar que los que fuimos sus alumnos guardamos un buen recuerdo de Don Roberto. Le estamos profundamente agradecidos y yo al menos (y creo que todos) le recordamos con mucho cariño y admiración.
Breve biografía de Don Roberto: Nació en Huesca el 7 de junio de 1927 el día de San Roberto. Fueron 5 hermanos, uno de los cuales murió de pequeño. Hoy quedan con vida tres de sus hermanas. Ya su abuelo José Mascaray había sido maestro de Peraltilla y de Azlor y su primera mujer está enterrada en Peraltilla. Falleció soltero en Huesca el 19 de octubre de 1996. Estudió los siete cursos del bachillerato de entonces en el Instituto Ramón y Cajal de Huesca y obtuvo la reválida en Zaragoza allá por 1947. Después cursó estudios de Magisterio y se presentó por libre a los exámenes. En las oposiciones a maestros obtuvo el número 2, en el año 1949. Su primer trabajo no fue de maestro sino que se trasladó a Barcelona y trabajó en la SEAT donde fue Jefe de Negocio. Debido a problemas reumáticos por el húmedo clima de Barcelona, se decidió a volver a la provincia de Huesca para ejercer de maestro, puesto que ya tenía la oposición aprobada. Su primer destino fue Lagunarrota. Después estuvo ejerciendo por este orden en Torres del Obispo, Candasnos, Robres, Fiscal, Tardienta, Peraltilla, Tardienta otra vez, Huesca y Almudévar donde se jubiló con 63 años en 1990. Fue maestro de Peraltilla desde septiembre de 1964 hasta junio de 1972, año en el que se suprimió la plaza de maestro en la escuela de Peraltilla quedando a partir de entonces una sola maestra (la señorita Caro). El último curso que impartió clase en Peraltilla fue el curso 1971-72. El curso 1967/68 se lo tomó sabático dedicándolo a formarse para la nueva E.G.B. (que pronto sustituiría a la antigua Ley Palasí) y fue sustituido por un tal Miguel Melet. En Peraltilla se alojó en casa Viñuales durante varios años hasta que se compró un Simca 1000 y entonces hacía el viaje diario Huesca-Peraltilla. Eduardo Budiós Tuá
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