Peraltilla y el agua

      Hoy en día en Peraltilla, en todas las casas existe agua corriente y desagüe.  Sólo hace falta girar el grifo para tener toda el agua que se necesita sin ninguna limitación.  Esta afirmación que puede parecer chocante por lo que tiene de evidente, no ha sido realidad en Peraltilla hasta hace bien pocos años.

     Ahora ya no se le da la menor importancia al agua, nos hemos acostumbrado a tenerla en

abundancia, ya no se valora su presencia, pero ¡cuántos años han quedado atrás de carencias, esfuerzos y miserias!.  Por cada litro de agua que antes se gastaba hoy se consumen mil.

            A principios de siglo, en una casa cualquiera del pueblo, las necesidades de agua se reducían a la necesaria para beber y cocinar y muy poca para lavarse y fregar la vajilla.  Lavar la ropa o llevar a abrevar las caballerías, eran tareas cotidianas que exigían el ir a los lugares donde se encontraba el agua.

             Los puntos de aprovisionamiento eran la balsa y alguna de las fuentes o manantiales que había y que estaban más bien alejados del pueblo.  La balsa era el principal lugar de aprovisionamiento de agua.  Estaba situada junto a las escuelas, donde hoy está el parque.

             Se desconoce el año de construcción de la balsa, pero hasta los más viejos del lugar dicen haberla visto siempre, seguramente se construiría en el siglo pasado.  Se llenaba con el agua de lluvia que recogían las faldas del monte alto y llegaba a través de una acequia que hoy todavía existe. 

            La balsa estaba dividida en dos partes:  la balsa grande y la balsa pequeña.  Según el libro de D. Alfredo Coronas, la balsa pequeña se construyó alrededor del año 1.906 siendo alcalde D. Antonio Latorre Roy.  Con este depósito o balsa pequeña se consiguió la filtración del agua de la grande que se consumía hasta entonces conjuntamente para personas y animales.

             Para la construcción de la balsa pequeña se utilizaron las piedras del castillo.  Se construyó un muro dividiendo una pequeña parte de la balsa.  El muro fue construido con dos paredes de piedra y entre ellas un relleno de grava y arena que filtraba el agua al pasar a su través.  La balsa pequeña tenía unas grandes escaleras de sillares de piedra que llegaban hasta el fondo.  De la balsa pequeña se cogía agua para consumo humano,  mientras que en la balsa grande abrevaban las caballerías y el ganado. 

            Normalmente, la balsa contenía agua todo el verano, pero si éste era seco se secaba.  Esto ocurría más frecuentemente a partir de los años sesenta en que se empezó a gastar mucha más agua.

             A mediados del presente siglo existían en Peraltilla varias fuentes que hoy ya no existen:

·        Fuente de la Clamor:  era la más importante y la más cercana al pueblo.  Allí iba todo el mundo diariamente a por agua para beber.
·        Fuente del Monte alto:  situada algo más arriba de la posada de arriba.  Manaba agua todo el año con bastante abundancia.  Esa agua llegaba incluso hasta la balsa.  A veces, el agua de la balsa que era del color del barro, tomaba color azulado en su superficie debido al agua que bajaba de la fuente del monte alto.
·        Fuente del cura:  estaba en una de las curvas de la carretera de Barbuñales, cerca del lecinar.  Manaba poco.
·        Fuente de Ballanclús:  manaba un pequeño chorrillo de agua.
·        Fuente Rosa:  estaba en las chasas y también manaba un pequeño chorro de agua.
·        En la chasa de Conte también había una pequeña fuente de muy escaso caudal.

        La fuente de la Clamor era la principal y estaba a unos mil metros del pueblo.  Fue construida en la década de 1.910 por Loncán, un albañil de Peraltilla y sirvió hasta que el agua del Cinca llegó a través del canal.  En el lugar que se construyó estaba antes el manantial que consistía en una fondaneta y una escalereta y el agua se cogía directamente del suelo con los cántaros.  Algo más tarde, allá por los años veinte se construyó al lado un lavadero donde las mujeres iban a lavar la ropa, trabajo que suponía el esfuerzo añadido de tener que transportar la ropa hasta la fuente

     Antes de este lavadero, las mujeres lavaban la ropa directamente en la Clamor, en camino Azara o en el pantano. 

           El pantano era una pequeña presa de piedras en la Clamor, algo más arriba de la fuente, donde se remansaba el agua y donde empezaba la acequia que iba a parar al balsal.  Esta acequia aún existe aunque en algunos tramos está destrozada. 

            Esta acequia iba a parar al balsal que aún hoy existe y se utiliza.  Es una presa donde se retiene el agua que se utiliza después para regar las huertas.  Dicen los abuelos que el balsal data del siglo pasado, cuando el ayuntamiento decidió permutar el “campo lugar” que era del municipio con el campo donde hoy están las huertas.  Este campo se dividió en parcelas iguales y se repartió una para cada casa del pueblo, de manera que todas las casas pudieran tener una pequeña huerta. 

            En verano era frecuente que el agua se agotara, por eso se controlaba escrupulosamente hasta la última gota de agua.  Los que ya tenemos algunos años recordamos a Ventureta, el alguacil durante muchos años con un reloj en la mano repartiendo un cuarto de hora de agua a cada huerta.  

             Cuando se acababa el agua del balsal se regaba como se podía.  Existió una noria movida por un burro que subía el agua desde la Clamor al balsal cuando se acababa el agua.  Según el libro de D. Alfredo, esta noria estaba ubicada en un edificio de piedra situado al pie del balsal, al lado de la huerta de marianeta.  

             En los años cuarenta se colocó un motor para subir agua de la Clamor hasta el balsal.  El año 45 fue una año muy seco y hubo quien llegó a subir el agua de la clamor a cántaros para poder echar unos litros de agua a las patateras.  

             Aparte de las huertas, existían algunos huertos situados dentro de la propia Clamor o en algunos lugares donde aprovechaban el agua de algún manantial.

             La gente del pueblo dependía mucho de lo que podía producir en las huertas.  Todavía hoy, las huertas se siguen cultivando, aunque por motivos diferentes y por supuesto sin escasez de agua.  

             Para beber se solía hacer un viaje diario a la fuente con cántaros y botijos.  En las casas, el agua de beber se ponía en el “cantaral”, que era un hueco en la pared que solía estar en el patio o en algún rellano de la escalera.  En los cántaros y en el botijo de barro el agua se mantenía más o menos fresca.  

             Cuando llovía, la gente sacaba toda clase de recipientes para aprovechar el agua de lluvia:  bidones, cubos, etc.  Los ponían debajo de las canaleras.  Era típico los días de tronada ver la calle mayor llena de bidones y pozales.  

             A partir de loa años 60, se empieza a consumir mucha más agua, llegan las lavadoras automáticas y los cuartos de baño con ducha y cada casa busca los medios que puede para estar abastecida.  

             Durante esos años comienza la construcción del Canal del Cinca.  Las obras del canal atraen a numerosos trabajadores y la población aumentó considerablemente en esos años.  

             Hay dos iniciativas para subir el agua al pueblo con motores.  Una de ellas allá por el año 68 sube el agua de la fuente de la Clamor con un motor y cada casa enchufa su manguera hasta sus depósitos desde casa Torrocilla.  La otra iniciativa consistió en colocar un motor en el pozo del huerto de Colás y bombear el agua de forma similar.  

             Así se tira unos años hasta que allá por el año 70 termina la construcción del canal del Cinca y empieza a llegar agua del pantano de El Grado hasta nuestro pueblo.  

             En un primer momento se construye un depósito en el castillo de unos 40.000 litros de capacidad y se instala un motor en el puente de la gasolinera que bombea el agua por una tubería hasta el depósito.  Provisionalmente se ponen grifos por las calles y de allí obtienen el agua los vecinos.  ¡Qué comodidad aquella! Tener el agua en la puerta de casa.  

             A partir de ahí, cada casa hizo su instalación de fontanería y poco a poco se van conectando a la res general.  ¡Estamos hablando de los años 70!  

             A todo esto, Peraltilla seguía sin red de alcantarillado y al consumirse ya bastante agua, los desagües iban a parar a los corrales habiendo incluso algunos que desaguaban en la calle mayor, creando graves problemas de higiene y de malos olores.  El paso definitivo se da en el año 81 en que se construye el saneamiento y alcantarillado, el agua corriente, se construye un gran depósito de regulación cerca de las huertas de gran capacidad, se hace un nuevo punto de toma de agua en el canal hacia este depósito y unos potentes grupos de bombeo suben el agua hasta el depósito del castillo.  

             Se han acabado para siempre las carencias de agua.  Hoy nadie se acuerda ya de las penalidades y carencias que pasaron nuestros padres y nuestros abuelos para conseguir algo tan imprescindible como el agua.  

             La balsa ya no existe, se allanó a finales de los 70 y en su lugar hay una pista polideportiva y un parque con frondosos árboles y dos fuentes.   Los únicos restos que quedan de la balsa son las muescas hechas en la piedra del peñón donde se insertaba la pared de piedra.  

             La fuente, abandonada y totalmente cubierta por el barro y la vegetación, seguro que aún mana algo de agua.  El lavadero está totalmente enterrado por el barro.  El que fuera uno de los caminos más transitados hoy casi nadie pasa por él.  El resto de fuentes y manantiales se secaron hace ya muchos años.  La Clamor está seca casi todo el año, prácticamente no baja nada de agua por ella, solo las aguas putrefactas de las cloacas de Azara y Azlor. 

             Hoy en día, la vida en Peraltilla no se parece en nada a la que se llevaba hace tan solo veinticinco o treinta años.  Creo que la obra que más importancia ha tenido para Peraltilla ha sido la construcción del Canal del Cinca. 

            Es la historia del agua, hoy un bien en abundancia en Peraltilla, pero antaño un bien escaso y determinante de una forma de vida y unas costumbres hoy ya desaparecidas.

Peraltilla, agosto de 1.993
Aparecido en el programa de fiestas de 1.993